Estando sentado en mi despacho, recibí, hace unos días atrás, un correo electrónico cuyo sugerente asunto llevaba consigo el cumplir una ardua misión: “Explicar, en breves palabras, qué motiva a un joven abogado ingresar a Fundación Pro Bono”.
Exigente labor fue meditar sobre el particular, tanto así, que preliminarmente, llegué a una reconfortante reflexión: “Un Hombre Pro Bono, ¿nace o se hace?”. Al respecto, arribé a la conclusión que el Hombre Pro Bono, se hace, es decir, se forja teniendo como directrices las enseñanzas familiares y escolares, así como también religiosas y morales. De esta forma, durante su ciclo de desarrollo, va aplicando todo lo aprendido, gana experiencia y proyecta su vida.
Además, comprendí que ser Pro Bono, es acudir a un llamado al cual todos estamos invitados, pero que sólo algunos son capaces de escuchar. Un llamado a plasmar las enseñanzas recibidas en la infancia y a sembrar una semilla de bondad, misericordia y amor a todas aquellas personas que siendo unos desamparados jurídicos – y, lamentablemente, muchas veces también sociales – no cuentan con el apoyo de un abogado.
Amigos Pro Bono, creo que la motivación para ingresar a esta loable e importante organización, radica en poder comprometerse a ayudar, propender a satisfacer los intereses y garantizar la protección de los bienes jurídicos de quienes más nos necesitan y que, lamentablemente, no pueden contar con abogados ni de calidad ni con espíritu de servicio, obedeciendo con ello, a predicar con el ejemplo lo aprendido desde niño, pero complementado con el conocimiento, más o menos acabado, de la ciencia del Derecho.
Finalmente, quisiera destacar que, para un joven abogado, pertenecer a Pro Bono constituye una maravillosa instancia para compartir experiencias con otros colegas y, para darse a conocer como un abogado de excelencia, tanto dentro del foro, como de la Sociedad toda.
Cristián Rodrigo Pérez Suazo
Voluntario Pro Bono Concepción
