Ignacio Obando, abogado de Fundación Pro Bono Chile y co-coordinador de la Red Pro Bono de las Américas, analiza la medición del impacto del trabajo pro bono en una entrevista con la International Bar Association (IBA) que busca mostrar la importancia del pro bono tanto para el cliente como para el abogado.
Cuando hablamos de empoderar, promover, fortalecer el trabajo pro bono; necesito determinar cómo le digo a la persona que se ofrece voluntariamente a hacer trabajo pro bono que el impacto de su trabajo no es solo que cinco personas se beneficiaron, sino que también hubo un cambio de comportamiento.
Ignacio Obando, coordinador Red Pro Bono de las Américas.
Ignacio cuenta con más de 12 años de experiencia trabajando con organizaciones sociales y startups. Formó parte del consejo directivo de la Fundación Beneciclo y recientemente se ha centrado en la experiencia del consumidor en Toronto, Canadá, y en asesorar a startups tecnológicas. Actualmente es co-coordinador de la Red Pro Bono de Las Américas.
¿Cómo medirías el impacto del trabajo que realizan como organización?
Estamos trabajando activamente para medir el impacto de nuestro trabajo; es un gran desafío en este momento. Hasta ahora, nuestro enfoque ha sido principalmente cuantitativo: contabilizamos quiénes se beneficiaron, cuántas horas trabajaron y cuántos abogados participaron.
Sin embargo, sabemos que esto no refleja la realidad completa. Aún no contamos con un método para medir el impacto a largo plazo o cualitativo, como por ejemplo, cómo el trabajo ha cambiado vidas o ha influido en los sistemas. En eso estamos trabajando: en encontrar una metodología que funcione para nosotros y para las iniciativas de nuestros miembros, quienes además carecen de los recursos para hacerlo por sí solos. Existe una gran brecha en este momento.
¿Cómo mide el impacto de los abogados pro bono que colaboran voluntariamente con su organización?
Para medir el impacto de los abogados pro bono, nos basamos principalmente en los informes de las iniciativas de los miembros de nuestra red. Si bien realizamos un seguimiento individual con los abogados, las iniciativas proporcionan la mayor parte de los datos, como las horas trabajadas y la participación en proyectos.
Nuestro trabajo se centra más en la coordinación de proyectos internacionales o transnacionales, y aunque no disponemos de métricas precisas ni estudios detallados, hemos observado un aumento de la participación en algunas firmas, especialmente tras gestionar casos transfronterizos significativos. Por eso, seguimos desarrollando métodos más eficaces para medir el impacto y la participación a largo plazo. En definitiva, queremos asegurarnos de que tanto el abogado voluntario como el cliente obtengan un beneficio significativo del caso.
¿Quién es su público objetivo para los resultados de estas mediciones?
Observamos tres grupos objetivo principales. En primer lugar, la comunidad jurídica, especialmente los abogados, ya que mostrar el impacto de su trabajo puede promover y motivar una mayor participación. En segundo lugar, los financiadores y donantes, incluyendo fundaciones y empresas, que necesitan ver resultados concretos para justificar su apoyo financiero. Y en tercer lugar, el público en general y la sociedad civil, para demostrar que nuestra red realiza contribuciones profesionales significativas al bien común.
Al final, compartir estos resultados refuerza la credibilidad, la sostenibilidad y la colaboración entre sectores, y posiciona el trabajo pro bono como una parte importante de iniciativas más amplias de responsabilidad social.
¿Existen metodologías de medición de impacto que les gustaría utilizar (especialmente las cualitativas) pero no lo hacen porque son engorrosas o plantean problemas de confidencialidad, etc.?
Sin duda hay metodologías que nos gustaría utilizar, en particular las que implican el seguimiento del impacto a largo plazo de un caso pro bono, lo que podríamos llamar el «ciclo de vida» de la consultoría. Idealmente, haríamos un seguimiento tanto con el abogado como con el beneficiario seis meses, un año o incluso tres años después para comprender los efectos continuos. Pero la escasez de tiempo y recursos hace difícil su implementación.
Aún no hemos identificado una metodología que se adapte a nuestro doble público. Por ahora, nuestra medición sigue siendo principalmente cuantitativa, y sabemos que necesitamos mejores herramientas, especialmente capacidad tecnológica, para lograr una evaluación de impacto más profunda.
Entrevista original publicada en International Bar Association