Fundación Pro Bono y la mediación del CAM Santiago resolvieron un complejo conflicto inmobiliario, asegurando el acceso a la justicia y una solución efectiva sin la necesidad de un largo juicio
Para Manuel Asuaje, el futuro parecía claro y prometedor. Como analista de crédito en una financiera automotriz, gozaba de la estabilidad económica necesaria para dar un paso fundamental: la compra de su primer departamento. En 2019, lleno de esperanza, firmó no una, sino dos promesas de compraventa con la inmobiliaria Imagina, proyectando una vida en pareja y un porvenir de bienestar. Sin embargo, a veces la vida da un giro inesperado. Como él mismo relata, “un día todo parece estar en orden y al siguiente, la realidad cambia, la economía se tensiona y los ingresos ya no alcanzan”.
Lo que siguió fue una tormenta perfecta. Primero, el estallido social y luego la pandemia de COVID-19 alteraron drásticamente el panorama económico del país. En el plano personal, su relación de pareja terminó, lo que impactó sus finanzas y sus planes. A pesar de todo, había logrado pagar un pie de 21 millones de pesos, recurriendo a un crédito de consumo para completarlo. Pero cuando la inmobiliaria lo contactó en julio de 2022 para escriturar, su realidad era otra. Un cambio de trabajo a una empresa que posteriormente cerró sus operaciones y la nueva carga de sus gastos personales lo dejaron en una posición vulnerable. No calificaba para el crédito hipotecario.
Antes de la llamada para escriturar, Manuel se había acercado proactivamente a la inmobiliaria en diciembre de 2021. Expuso su situación al mismo ejecutivo que le había vendido el proyecto, pero la respuesta fue desalentadora: si se retiraba, le aplicarían las multas contractuales. Intentó ceder las promesas a dos personas con capacidad de pago, pero fueron rechazadas por la inmobiliaria. Los bancos en donde había pedido sus préstamos también le cerraron las puertas. Cada intento era un callejón sin salida. “Me sentía sin voz”, confiesa Manuel. “Había hecho todas las gestiones posibles, en tiempo y forma, pero nunca llegaban a nada concreto. La respuesta era siempre la misma: silencio. Me sentía invisible”.
El Convenio Pro Bono – CAM Santiago: un puente hacia la solución
Angustiado por la inminente pérdida de sus ahorros y la carga emocional de un sueño frustrado, Manuel llegó al Centro de Arbitraje y Mediación (CAM) de la Cámara de Comercio de Santiago con la esperanza de recuperar al menos una parte del pie que había pagado. Fue en ese momento cuando su historia cambió de rumbo. Gracias al convenio entre el CAM Santiago y Fundación Pro Bono, su caso fue acogido por la fundación, que lo derivó al estudio jurídico miembro FerradaNehme.
Marcela Rodríguez, abogada de FerradaNehme que lideró el caso, recuerda la complejidad inicial. “El primer desafío fue que el contrato establecía arbitraje, no mediación”. Para evitar un proceso más confrontacional, era necesario que la inmobiliaria aceptara voluntariamente sentarse a conversar.
Paralelamente, el equipo legal se enfocó en un pilar fundamental del caso: la persona. “Desde nuestro lado, fue clave gestionar las emociones del cliente”, explica Rodríguez. Describe que Manuel “venía con una fuerte sensación de injusticia y una mezcla de dolor y frustración”. Para abordar esto, la estrategia fue clara: “Tuvimos varias reuniones para escuchar, contener y luego ayudarlo a enfocarse en las opciones reales: cuál era su mejor, peor y caso medio posible”. El objetivo era empoderarlo para la instancia de diálogo. “No queríamos hablar por él, sino ayudarlo a que lo hiciera con claridad y fuerza, sin desmoronarse”. El resultado fue transformador. Manuel, quien se quebraba emocionalmente en las reuniones previas, se presentó a la mediación tranquilo y seguro.
Este caso de éxito no habría sido posible sin la alianza estratégica que une a Fundación Pro Bono con el CAM Santiago. Este convenio permite que personas y grupos vulnerables, beneficiarios de la fundación, puedan acceder a servicios de mediación de alto nivel sin costo alguno por parte del mediador. Para Marcela, la experiencia le permitió “constatar los buenos resultados que puede generar”. La diferencia con la vía tradicional es enorme. “Si este caso se hubiese judicializado, habría sido largo, costoso y desgastante”, afirma la abogada. En contraste, “la mediación permitió encontrar una salida rápida, efectiva y humana”.
El proceso de mediación, guiado por la genuina disposición de la inmobiliaria a negociar y la construcción de un diálogo constructivo, culminó en un logro extraordinario. En concreto, Manuel logró que la inmobiliaria le devolviera casi la mitad del pie que había pagado, a pesar de que el contrato original contenía cláusulas de multa muy estrictas en su contra.
Pero el impacto más profundo fue personal. A lo largo del proceso, gracias a la contención y la información recibida, Manuel fue ganando confianza y recuperando el control de su vida. “Desde el momento en que la Fundación tomó mi caso, algo cambió, se me devolvió la esperanza”, relata. “No encuentro una sola palabra que defina lo que viví con ustedes, pero si tuviera que elegir una, sería gracias, porque sentí que mi historia importaba, que tenía valor y que mi voz merecía ser escuchada”.
La experiencia de Manuel es un testimonio del poder transformador del trabajo pro bono. Para Marcela Rodríguez, estos casos son una reconexión con la esencia de su profesión. Su mensaje a otros colegas es un llamado al propósito: “A quienes dudan, les diría que recuerden por qué entramos a estudiar Derecho: por la idea de justicia, de equilibrio”. Concluye que “el voluntariado legal nos reconecta con ese propósito, nos acerca al ciudadano de a pie, y Pro Bono lo facilita muchísimo”.
Hoy, Manuel trabaja como analista de crédito en una nueva empresa y ha recuperado una tranquilidad que creía perdida. Su mensaje final resuena con una profunda gratitud: “Me han devuelto algo esencial: la paz. Y eso, cuando uno es adulto, vale oro. Si hoy tuviera a alguien frente a mí pasando por una situación similar, lo abrazaría. Porque cuando uno se siente ignorado, lo primero que necesita es contención. Luego, le diría: ‘Existe una Fundación llamada Pro Bono que puede ayudarte, que puede escucharte de verdad’. Gracias a ustedes, hoy vuelvo a dormir en paz”.